Enzarzado en el mismo problema una y otra vez

Desde que vivimos en el campo, hemos observado una guerra ancestral.

Es una lucha que se repite año tras año, pero de la que nadie habla.

Ganaderos vs. zarzales.

En esta zona, allá donde mires, te encuentras un zarzal.

A finales de verano es genial porque puedes ponerte “morado” a moras.

Los zarzales como cierre de lindes son perfectos.

No se los salta ni dios y encima alimentan.

El problema es que se reproducen a gran velocidad.

Y no se limitan las lindes, se extienden por toda la finca.

La verdad es que pueden ser bastante odiosos los zarzales.

Especialmente los pequeños, que no se ven bien.

Sobre todo cuando, a final de verano, tienes las piernas como si te hubiera atacado un gato esquizofrénico.

Así que comprendo perfectamente a los ganaderos.

Consideran a los zarzales como el mismísimo demonio.

Y, como tales, creen que deberían arder en el infierno por sus pecados.

Es por ello que, año tras año, los queman.

Y, año tras año, crecen con más fuerza.

Eduardo decidió desbrozarlos, pero el resultado es el mismo.

Crecen igual.

La diferencia es que desbrozar requiere tiempo y dinero.

No sale nada rentable.

Los ganaderos son ahorradores y prácticos a más no poder.

Sacan cerilla y a quemar zarzales.

El problema es que, junto con los zarzales, provocan más de un destrozo.

Pero a ellos les da igual con tal de deshacerse temporalmente de las zarzas.

Yo creo que deben de disfrutar viéndolas arder, como si fuera su “venganza”.

El caso es que están en un bucle del que no son capaces de salir.

Hay un dicho popular que lo explica a la perfección:

“Si me cortas, me fortalezco; si me quemas, me abonas; si me arrancas, me matas.”

Eduardo lo comprendió y, azada en mano, va arrancando los zarzales que se encuentra por la finca.

Sí, es un trabajo, pero es la única forma de acabar con ellos.

Además, no quita todos el mismo día.

Cada día unos pocos y, así, podemos pasear sin acabar con las piernas encarne viva.

Con las heridas emocionales ocurre exactamente lo mismo.

Si las cortas, es decir, las reprimes o suprimes, las fortaleces.

Porque cuando ignoras los traumas, los guardas con más fuerza en tu subconsciente.

Si las quemas, es decir, reaccionas cada vez que te tocan esa herida, las abonas.

Porque estás reforzando en tu mente la misma creencia que se forjó al abrirse la herida.

Si creíste que los demás te abandonaban, al reaccionar de esa forma, le dices a tu subconsciente:

“¿Ves como tengo razón? Me acaban abandonando”.

Además, provocas más de algún destrozo, tocando a tu vez heridas ajenas…

¿Y qué hace tu subconsciente en ambos casos?

Dirigir tu vida hacia situaciones en las que, una y otra vez, te encuentras con el mismo conflicto.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Al igual que con los zarzales, hay que ir a la raíz.

Cuando las heridas son superficiales, es muy sencillo.

Un leve golpe de azada, una simple liberación emocional y ¡listo!

Pero cuando las heridas son profundas, la azada solo rompe la raíz.

No la arranca del todo y, con el tiempo, vuelve a rebrotar…

Es por ello que muchas veces nos vienen a consulta personas que están hartas de terapias.

Han probado de todo y no les funciona.

Vuelven a estar, una y otra vez, enzarzados en el mismo bucle emocional.

Y ya no saben qué hacer.

Cuando el trauma es profundo, hay que cavar más hondo.

Hay que llegar a la raíz del conflicto y sanarla desde ahí.

Y esa sanación inevitablemente va acompañada de un cambio en nuestro nivel de conciencia.

Y, ¡ojo!, a veces hay que ir paso a paso, subiendo en la escala de conciencia.

Algo que percibíamos de forma victimista y resignada, si ahora nos provoca ira, ya hemos subido en la escala.

Pero la ira no es llegar a la raíz del problema.

Hay que seguir profundizando para poder elevar nuestro nivel de conciencia hasta el amor.

Amor hacia los demás y hacia ti mismo.

Saber poner límites es necesario, pero muchos confunden poner límites con quemar zarzales.

Echando más leña al fuego no sanas tu herida.

Huyendo del conflicto no la sanas.

Reforzando en tu mente que los demás tienen el poder de hacerte daño, te mantienes en tu bucle personal.

Solo cuando comprendas que la paz y el amor que buscas deben nacer primero de ti, todo cambiará.

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