La paz en el mundo comienza por la paz en la pareja.
Y la paz en la pareja comienza por la paz con uno mismo.
“¡¡Es que no entiendo por qué tiene que ser tan difícil estar contigo!!”, me dijo una vez Eduardo en un momento de crisis.
Desde que nos conocimos en 2011, nuestra relación se ha caracterizado por ser una auténtica montaña rusa emocional.
Éramos capaces de disfrutar teniendo conversaciones profundas durante horas, tratando de comprender y arreglar este mundo loco…
pero, a la vez, la conversación más absurda acerca del tema más cotidiano detonaba en un estallido emocional que nos agotaba, desesperaba y desesperanzaba cada vez más.
Nos queríamos, pero parecía que el amor no era suficiente para tener una relación saludable.
Eduardo era psicólogo y yo una lectora apasionada de libros de autoayuda desde los 20 años.
Así que nos obsesionamos con encontrar “la fórmula” que nos liberaría de ese sufrimiento para siempre.
Nos volvimos cursillistas patológicos.
Durante nueve años nos formamos en todo tipo de técnicas y herramientas, que aplicamos a diario intensamente para ponerlas a prueba.
De hecho, las llevábamos al límite.
Teníamos fe ciega en que cada una de ellas sería “la definitiva” y, otra cosa no teníamos, pero tiempo, un montón.
Sobre todo los primeros años:
Eduardo no lograba arrancar su consulta y yo dejé mi trabajo como creativa publicitaria debido a mi colapso físico, mental y emocional.
Con 28 años comencé a sufrir una enfermedad autoinmune caracterizada por un sinfín de síntomas aparentemente aleatorios: fatiga crónica.
Literalmente, estaba muerta en vida.
Así que nuestra búsqueda de “la fórmula” no era solo para salvar la relación o salir de la pobreza: era cuestión de vida o muerte.
Dedicábamos muchas horas al día a tratar de sanarnos.
Y siempre pasaba lo mismo.
Cada vez que probábamos algo nuevo, teníamos una mejoría inicial que nos hacía entusiasmarnos, pero con el tiempo volvíamos a caer de nuevo.
Y cuando digo que probamos de todo, es literalmente todo lo que encontramos en el mercado en ese momento, en todas las áreas.
Hicimos cambios de alimentación y hábitos, probamos con todo tipo de técnicas que trabajan a nivel físico, mental, emocional, energético o espiritual.
Pedimos ayuda a todo tipo de expertos, terapeutas y maestros.
Lo que a otros les había cambiado la vida, solo nos vaciaba la cuenta bancaria.
Nos pulimos los ahorros y la herencia de mi abuelo en nuestra búsqueda desesperada.
De hecho, nos gastamos más de 35.000€ entre formaciones y terapias.
Y para rematar, por si fuera poco, a los 31 años recordé espontáneamente los abusos que sufrí de niña y la sexualidad se bloqueó por completo.
A pesar de todo, decidimos apostar por nuestra relación y nos casamos el 6 de septiembre de 2014.
Nuestra búsqueda continuó los siguientes años, pero cuando nuestra economía no lo soportó más, volví a trabajar como creativa publicitaria desde casa… y casi muero de éxito.
Fue el inicio de una época en la que la pregunta que más nos hacíamos era:
“¿Qué hay de malo en mí para que nada me funcione?”.
La frustración y la impotencia eran tan grandes que, en 2018, Eduardo no soportó más la incoherencia interna y abandonó la práctica clínica.
Se dedicó a cuidar de la casa y de nuestra finca en el campo mientras yo vivía por y para el trabajo.
Nos pusimos en piloto automático hasta que, en 2020, el piloto renunció al trabajo y nos estalló en la cara la GRAN crisis.
Y ahí fue cuando, por primera vez, el divorcio se puso encima de la mesa.
O nos separábamos, o hacíamos algo diferente.
Así que hicimos lo último que yo hubiera imaginado por los juicios tan fuertes que tenía contra ello: usar medicinas ancestrales para dejar de buscar fuera las soluciones y comenzar a encontrarlas dentro.
Nuestra casa en el campo se convirtió en nuestro pequeño Ashram, donde nos retiramos del mundo para viajar por nuestra psique.
Nos enfrentamos a nuestras sombras, luchamos contra la inercia de nuestro ego, liberamos emociones, atravesamos miedos, gritamos, lloramos…
En definitiva, comenzamos a vivir.
Las plantas sagradas nos enseñaron una forma de rastrear las memorias en el cuerpo y liberarlas.
Y cuando por fin comenzamos a ver la luz al final del túnel, la medicina fue contundente:
“Ya no estáis enfermos, ya no me necesitáis”.
Fue ahí cuando continuamos nuestro camino solos, aplicando lo aprendido e integrándolo en nuestro día a día.
Hasta que, en 2023, echamos la mirada atrás y nos dimos cuenta de que llevábamos tres años sin discutir y mi salud había mejorado considerablemente.
Fue entonces cuando decidimos comenzar a compartir lo aprendido con otras personas y descubrimos que esa “cosa loca” que hacíamos funcionaba con los demás a una velocidad inimaginable.
Además, nos encontramos con las enseñanzas de Un Curso de Milagros y del Dr. David Hawkins.
No sólo confirmaban todo lo que habíamos descubierto por nuestra cuenta, sino que además nos daban una base firme con la cual comunicar nuestra metodología.
Pero no fue un camino de rosas.
Cuanto más enseñábamos a los demás y mejores resultados tenían, más sentíamos la urgencia de seguir profundizando en nuestras sombras.
El ego nos ha embestido más de una vez con toda su fuerza durante estos años, y más de una vez hemos visto su inercia a querer separarnos.
Pero gracias a nuestro entrenamiento mental hemos podido plantarle cara.
Sanar esas sombras que seguían haciéndonos entrar en patrones de relación destructivos.
Y salir cada vez más fortalecidos, no solo como pareja, sino individualmente.
Nuestro objetivo es transmitirte que tú no tienes un problema, que no hay nada malo en ti.
Solo estás repitiendo un patrón.
Y repites porque no sabes cómo salir del sistema emocional que te gobierna desde dentro.
Nosotros te enseñamos a hacerlo en nuestra newsletter diaria.
La Newsletter A La Que Tu Ego No Quiere Que Te Suscribas
Una pequeña dosis diaria de humor, verdad y conciencia para recordarte que tus relaciones son la vía más directa ver y sanar tus heridas.
©2025 Íntegramente Libres - Todos los derechos reservados