A lo largo de la historia, ciencia y religión han parecido ser incompatibles.
De niña, me generaba muchísima confusión que, en el colegio, los propios profesores se contradijeran.
Llegué a rechazar ambas porque ninguna me cuadraba.
De algún modo, intuía que éramos mucho más que células y moléculas, y por eso me interesé por la espiritualidad.
He profundizado en muchas filosofías espirituales y de vida, muchas incluso opuestas entre sí.
Pero tengo un problema: mi detector de incoherencias está muy afinado.
Llegué a creer que no había una verdad a la que aferrarse.
Así que comencé a buscar dentro de mí las respuestas que no encontraba fuera.
Poco a poco, comencé a forjar en mi mente una idea clara de lo que yo consideraba que era la vida.
Y tiempo después, flipé al encontrar Un Curso de Milagros, porque confirmaba mis teorías.
Lo que más me sorprendió al comenzar a estudiarlo fue no encontrar ni una sola incoherencia en él.
Ahora estoy flipando con la física cuántica, porque reafirma lo que dice el curso.
Hoy voy a contarte en qué consiste el experimento de la doble rendija.
Disparan un haz de electrones hacia una barrera que tiene dos rendijas.
Pero estos electrones pueden actuar de forma diferente dependiendo de si
hay un detector para medir por qué rendija pasan.
Si no hay detector, los electrones se comportan como una onda de
probabilidad que atraviesa ambas rendijas simultáneamente.
Pero si hay detector, los electrones “deciden” pasar por una rendija u otra y
se comportan como una partícula que “elige”.
Este experimento indica que todo en el universo tiene una naturaleza dual.
¿Por qué?
Porque toda la materia está compuesta de átomos.
Los átomos están hechos de partículas subatómicas (electrones, protones y neutrones).
También se ha demostrado que los fotones (luz), los átomos e incluso moléculas grandes tienen esta dualidad.
Esto sugiere que incluso los pensamientos podrían estar influenciados por principios cuánticos.
Y es aquí cuando me vuela la cabeza.
Todo en el universo puede actuar como onda o como partícula dependiendo de si hay o no un “observador”.
Cuando no observamos algo conscientemente, ese algo existe en un estado de potencialidad (como una onda).
Cuando enfocamos nuestra atención, “colapsamos” ese algo en una realidad específica (como una partícula).
Entonces, cuando estamos en niveles más bajos de conciencia, no tenemos claridad ni presencia consciente en nuestras vidas.
Si no observamos conscientemente (vivimos en miedo, culpa, sufrimiento), nuestra realidad es caótica e incierta, como una onda dispersa.
Sentimos que la vida nos sucede, sin control, como si estuviéramos a merced del azar o de las circunstancias externas.
Somos como ondas dispersas, sin dirección y sujetos a probabilidades inciertas.
En cambio, según ascendemos en la escala de conciencia, desarrollamos mayor observación, presencia y claridad mental.
Somos el observador consciente que colapsa nuestra realidad en algo definido y con propósito, como una partícula.
Por tanto, podemos elegir y crear activamente nuestra realidad.
Es un estado de co-creador de la vida, donde las intenciones se alinean con manifestaciones concretas y tangibles.
A mayor conciencia, mayor poder de observación y, por tanto, mayor poder creador.
“Puedes elegir de nuevo”, nos recuerda Un Curso de Milagros.
A cada instante, podemos elegir entre dos percepciones:
La mente del ego, que nos mantiene en los niveles de conciencia bajos.
La mente del Espíritu Santo, que nos mantiene en los niveles de conciencia elevados.
Podemos dejar de ser víctimas del mundo y convertirnos en co-creadores conscientes con Dios.
Si elegimos el amor sobre el miedo, trascendemos la ilusión del ego y accedemos a la Verdad.
En otras palabras, cuanto más conscientes somos, más “decidimos” lo que colapsamos en nuestra realidad.
Puedes decidir ahora mismo cómo quieres que sea tu relación y tu vida.
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