La peor herencia de mi vida

Mi madre hubiera sido una excelente analista de riesgos.

Tiene la mente entrenada.

Es capaz de detectar, en una milésima de segundo, lo peor que podría pasar.

Te pongo un ejemplo de conversaciones sencillas:

—Vamos a plantar unos castaños en la finca.

—¡Tened cuidado con la tinta, que pudre las raíces!

—Vamos a cultivar setas.

—¡Tened cuidado, no vayan a ser venenosas!

—Me ha contratado el Ayuntamiento de Alcorcón para un cuentacuentos.

—¡A ver si luego no te pagan, que son muy listos!

Y así, un sinfín de cosas.

Es lo que más me ha sacado los demonios.

Me ponía de los nervios su actitud.

Hasta que me di cuenta de que era porque yo había heredado esa misma mentalidad.

¿¿¿PERO CÓMO ES POSIBLE???

¡Con lo positiva que he sido siempre!

Mentira y podrida.

De cara hacia fuera, todas mis palabras eran positivas.

Pero mi mente era una fábrica de catástrofes portátil.

Allá donde echara el ojo, pensamiento de mierda.

Ayer mismo, una clienta me dijo que me había pagado una factura pendiente.

¿Crees que lo primero que pensé fue positivo?

¡NO! Mi mente maquiavélica pensó:

“A ver si ha hecho la transferencia a la cuenta bancaria antigua en lugar de a la nueva.”

Estuve tentada a preguntarle, pero decidí no darle importancia a ese pensamiento.

Esta mañana, leyendo Un Curso de Milagros, parecía que el ejercicio de hoy iba para mí:

“Hay tal tentación de descartar los pensamientos atemorizantes considerándolos irrelevantes, triviales y no merecedores de que uno se ocupe de ellos, que es esencial que los reconozcas a todos como igualmente destructivos.”

Zasca espiritual.

Debes saber que no existen pensamientos neutros.

Cada uno de tus pensamientos te acerca a la paz o a la guerra, al amor o al miedo.

Es por ello vital que no consideres “insignificante” ninguno de tus pensamientos.

Solemos creer que nuestros pensamientos son inofensivos, pero no.

Cuando me vino ese pensamiento ayer, me generó muchísima ansiedad.

Por tanto, ese pensamiento que pretendí ignorar me estaba haciendo vibrar en miedo.

Todavía necesito seguir entrenando mi mente para romper con el patrón heredado.

Aunque voy mejorando.

Y es gracias a mi disciplina diaria de agradecimientos matutinos.

Cada mañana me dedico a escribir todo por lo que me siento agradecida en ese momento.

Al principio me costaba mucho el ejercicio.

Pero cada vez soy más capaz de darme cuenta de lo increíblemente afortunada que soy.

Mi vida no ha cambiado desde que comencé a escribir.

Mi mente sí lo ha hecho.

Y aunque de vez en cuando se me cuele mi guionista de peli de terror,no percibo mi vida del mismo modo.

Eso me da más paz y más alegría.

Gracias a ello, soy más productiva y mi relación con Eduardo es mejor.

Los resultados son inevitables a largo plazo.

Es por ello que hoy te invito a que comiences a escribir tus agradecimientos por las mañanas.

Si no fallas, en pocos meses verás cambiar tu vida ante tus ojos.

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