La comodidad no es paz

Hace años, Eduardo y yo nos marcamos un propósito firme:

trascender las barreras del ego para descubrir cómo éramos realmente.

A base de prueba y error, comprendimos que el ego quiere que nos sintamos cómodos.

¿Me incomoda esta emoción?

La reprimo, suprimo, expreso, proyecto o evado.

¿Me incomoda esta situación?

Huyo, lucho contra ella o la ignoro como si la cosa no fuera conmigo.

¿Me incomoda cómo se comporta mi pareja?

Trago con ello, me sacrifico por el bien de la relación, la culpo, exploto o la mando a freír espárragos y me busco a otra.

Porque, pase lo que pase, lo único que quiere el ego es que no atravieses esa incomodidad.

Así que te mantiene en tu “zona de confort”, ese espacio conocido en el que te sientes “seguro”.

Esa zona en la que te asegura que tu vida va a seguir exactamente igual que hasta ahora.

Porque aquello que está al otro lado es increíblemente “peligroso” y “dañino” para ti.

Eso es lo que te cuenta.

Y utiliza todas sus armas para demostrártelo.

Principalmente, tu cuerpo.

El ego nunca va a querer que incomodes al cuerpo.

Porque al incomodarlo, es inevitable sentir, y lo último que quiere es que sientas de verdad.

Siempre va a tener una buena excusa para que no muevas el culo.

Y siempre habrá algo mucho más importante y urgente que hacer antes que salir de tu zona de confort.

La pereza es su arma de anulación mortal.

Y cada vez que tomes la decisión de ir allí donde el ego no quiere que vayas, subirá el termostato de pereza al grado máximo.

Si ve que tu fuerza de voluntad supera la pereza, te atacará con miedo, ansiedad o cualquier otra excusa.

Todo para que no hagas aquello que lo debilitaría.

Porque cuanto más empujas y amplías esa zona de confort, más decisiones tomas desde la libertad genuina.

Ya que cada vez que tomas la decisión más cómoda, lo siento: no eres tú quien decide, sino tu ego.

Y el ego nos va a decir que no hay que sufrir, que la vida está para disfrutarla, y que eso no es para ti.

Así que te hará sentir cualquier mínimo esfuerzo como un sacrificio.

Y cuando no hagas aquello, te hará sentir culpable.

Te arrepentirás porque has comido eso que te sienta mal,

no has hecho el ejercicio que sabes que te sienta bien

o te has comportado como te prometiste que nunca más harías.

A menos que vea que tiene la batalla perdida porque eres alguien que no se permite el fracaso.

En ese caso, te llevará al polo opuesto:

acción masiva, logro de objetivos, búsqueda incansable y cero descanso.

Pero ahí sigue dirigiendo el ego.

La única forma de saber cuándo estás siendo tú quien dirige de verdad, es cuando lo que haces está completamente alineado con tu verdadero propósito.

Claro que el ego no va a querer que definas tu propósito, porque entonces tendrías una estrella polar a la que seguir sin desviarte.

Y si defines un propósito, te convencerá para que escojas uno que alimente a tu ego:

dinero, fama, reconocimiento, tener razón…

Siempre querrá que tu propósito sea mundano, material, inalcanzable y que te mantenga constantemente insatisfecho.

Cada vez que logres algo, te pondrá una meta mayor.

Ya has conseguido facturar 3.000 €, ahora 10.000 €.

Ya tienes un Lamborghini, ahora el yate.

Y así sucesivamente.

Hasta que te des cuenta de que has conseguido todo lo que se supone que te daría la felicidad, y te sientes completamente vacío.

Porque no tenías un propósito verdadero.

Yo tengo muy claro que mi propósito es seguir la Voluntad de Dios.

¿Por qué?

Porque la Voluntad de Dios es exactamente la misma que la mía:

mi perfecta felicidad.

¿Y cómo puedo saber si mi voluntad está alineada con la Suya?

Fácil.

Dios no quiere que me sienta débil, imperfecta, limitada, enferma o incapaz.

Así que solo tengo que pensar:

¿qué estoy reforzando en mi mente cada vez que tomo una decisión?

Si actuar de una determinada manera va a reforzar que yo no puedo, que me pueden hacer daño o que tengo algún defecto que otras personas no tienen, NO LO HAGO.

Tomo la decisión de ir en dirección contraria.

Por mucha pereza que me dé.

Y cuando me da la pereza, siento esas resistencias y las dejo ir.

Cuanto más lo pongo en práctica, más sencillo es.

Y refuerzo en mi mente que sí que puedo,

que nadie puede dañarme si no le doy el poder para hacerlo,

y que soy tan perfecta como cualquiera.

Como consecuencia, soy más feliz.

Y al ser más feliz, cumplo mi propósito y me siento en paz conmigo misma.

Márcate un propósito elevado, alineado con tus valores y tu esencia.

Que sea tu estrella polar.

Y deja ir las resistencias que el ego vaya levantando por el camino.

Tu éxito será inevitable.

Aquí

Con amor, Sara y Eduardo

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