Ayer fuimos con mis hermanos y sobrinos a hacer un descenso en canoa por el río Tiétar.
Teníamos muchas ganas de hacer esa excursión con los peques y fue todo un acierto.
Ellos lo pasaron en grande, hicieron ejercicio, estuvieron en contacto con la naturaleza y se olvidaron de las pantallas durante unas cuantas horas.
Triunfazo.
Antes de subirnos a las canoas, el monitor nos dio unas instrucciones básicas.
Cómo coger el remo, cómo moverlo para avanzar, cómo para retroceder y esas cosas.
En cada canoa íbamos dos personas.
En todas iba un adulto con un niño, excepto en la nuestra que íbamos Eduardo y yo.
Nos colocó por altura, el más bajito delante.
Y nos dio una indicación clara:
El que iba delante tenía que avisar de las rocas que podíamos encontrarnos en el camino, en sentido horario.
Por ejemplo: “Roca a las 11, a 10 metros”.
Y el de atrás era el encargado de virar la embarcación.
Porque es atrás donde se coloca el timón de los barcos para que puedan girar.
Bien.
Comprendido.
Y nos dio un aviso mirándonos a Eduardo y a mí:
“Cuidado, que se llaman las canoas del divorcio”.
Nos contaba que en medio de la travesía se solían escuchar a las parejas discutiendo:
“¡Que te he dicho que remes hacia el otro lado! ¡Gira! ¿Pero qué haces?”
Y lo contaba con tanta gracia que nos partimos de risa.
De hecho, mi ego espiritual me soltó rápidamente algo así como:
“Esas son parejas que no saben dejar ir, nosotros nos lo vamos a pasar genial...”.
…
…
…
¡JA!
Comenzamos la travesía.
Un paisaje espectacular, los peques emocionados, todo risas y disfrute.
Hasta que a Eduardo le posee su niño, coge unas plantas acuáticas y me las lanza:
“¡Toma! ¡Para la ensalada!”
Si solo hubieran sido plantas, no me hubiera sentado TAN mal.
Pero es que iban acompañadas de una biodiversidad de insectos que casi me muero del asco.
Por mi boca salieron toda la ristra de insultos que me conozco.
Y conozco muchos.
Él estaba en modo: “Pero si esto no significa nada, ¿podrías dejar ir el asco?”
Y yo maldiciéndole, insultándole y odiándole intensamente.
Después de un rato, sintiendo la mala hostia, me vino la imagen mental de mí misma vomitando energéticamente.
Y tuve la sensación de que era una memoria heredada de alguien a quien se le infectó una herida y le anidaron insectos.
Tras hacerlo consciente me quedé tranquila y continuamos la travesía.
Empezamos a navegar por una zona donde había rocas.
Y se activa mi “Analista de Riesgos” que empieza a avisar con mucha energía:
“¡Roca a la 1, gira a la izquierda, gira, gira!”
“¿Puedes dejar de controlar todo?”, me dice Eduardo.
Y me doy cuenta de que efectivamente estaba en modo “Controlator 2.0”, que ocurre cuando mi energía masculina se desborda.
Ok, decido delegar el control a la energía masculina que había en la canoa: Eduardo.
Y continuamos la travesía.
En un momento dado, mi hermana nos dice que nos ve completamente desincronizados.
Yo no veía lo que hacía él, él no me daba indicaciones de qué hacer y él hacía lo que le salía del bolo.
El resultado era caótico.
Ambos remando sin control y gastando más energía de la necesaria por no remar a la par.
Por un momento logramos sincronizarnos y la verdad que todo fluía mucho mejor.
Pero enseguida se empezó a torcer de nuevo la travesía.
Por algún motivo que desconocía, era como si la canoa tuviera vida propia y quisiera que fuéramos estampándonos contra los manglares de los laterales o las rocas.
Cuando veía que nos dirigíamos inevitablemente hacia allí, yo hacía todo lo posible por remar solo de un lado para evitar el choque.
Pero por más que remaba con todas mis fuerzas, la embarcación no giraba ni un milímetro.
En una de esas que chocamos, Eduardo me salta:
“¿Te das cuenta de que por más que tú intentes girar, no se mueve la embarcación porque yo soy el que tiene el timón?”
En ese momento me doy cuenta de que a Eduardo le parece divertido chocarnos, como si fueran las “canoas de choque”, y que está saboteando la travesía.
Y noto cómo todo mi cuerpo empieza a revolverse por dentro.
Un nervio que va recorriendo brazos, piernas y me tensa la mandíbula…
Comienzo a observar para dejar ir eso y decido dejar de remar.
Ya que no servía de nada, que se encargue él.
Pero de repente, nos desviamos tanto que aunque me agacho, me como la rama de un árbol en toda la cara.
Y ahí ya se despierta Hulk y me entra una mala hostia…
Pero no quiero estallar, porque no quiero ser un mal ejemplo para mis sobrinos.
Así que continúo observando y dejando ir.
Me doy cuenta de que ni querer controlar ni dejar de remar sirve de nada.
Así que le digo lo más educadamente posible, teniendo en cuenta que mi energía era de Hulk destruyendo:
“Necesito que me hables, que me digas qué hacer. No sé hacia dónde vamos, necesito que dirijas”.
Y se queda callado…
…
…
…
Ya Hulk me posee y después de unos minutos se lo repito con menos educación y más mala hostia.
Y comenzamos una conversación de besuEgos:
“Tienes una capacidad para dejar de disfrutar alucinante”, me salta Eduardo.
“¡Te estoy pidiendo que dirijas!”
“¡Ya estoy dirigiendo, pero no te gusta mi forma de dirigir!”
“¡Pues dime hacia dónde vamos, dime qué hacer, dime algo c*********! ¡Yo no te leo la mente!”
Pero fue incapaz de darme una sola indicación.
Continuamos la travesía encabronados, observando lo que sentíamos para dejarlo ir.
Pero el monstruo que se había despertado era demasiado fuerte y no me dio tiempo.
Llegamos al destino, nos recibe el monitor.
“Las canoas del divorcio dijiste…”, le salto.
“Jajaja, te avisé. ¿Le has odiado mucho?”
“Intensamente...”
Decidí guardar al monstruo en un tupper emocional para destaparlo en casa.
Gracias a ello pude disfrutar de la comida con mi familia.
Pero en cuanto me subí al coche… otra vez el monstruo pataleaba por salir.
Llegamos a casa, me duché y me puse toda la tarde a dejar ir.
Capas, capas y capas.
Puñeteras canoas del divorcio… remueven desde las profundidades de las sombras.
No solo estuve dejando ir hasta que el sueño pudo conmigo y me acosté.
Sino que me he despertado a las 2 de la mañana y he estado dejando ir hasta las 7, que me he vuelto a quedar dormida.
Cuando me he levantado a las 9:30, creía que estaba lo suficientemente calmada como para contarle a Eduardo lo que había hecho consciente.
Pero en cuanto me he puesto a hablar, cada palabra era un ataque directo.
Y es que me di cuenta de que lo que nos estaba pasando en la canoa era lo mismo que nos pasa empresarialmente.
Yo remo, remo y remo, sin ver qué está haciendo Eduardo por detrás y sin saber hacia dónde nos dirigimos.
Vamos desincronizados, estampándonos de un lado a otro y sin poder disfrutar del camino.
Y todo, porque en todas las canoas había un adulto con un niño, donde el adulto tenía claro su papel de dirigir y proteger al niño.
Pero en nuestra canoa había dos niños.
Un niño que ha crecido rodeado de “amigos”, donde regía la ley del más fuerte y estaban entrenados para hacer la mayor perrería al otro.
Donde se divertían a costa de los demás y siendo los más descerebrados.
Y una niña que ha crecido sintiéndose desprotegida.
El primo al que adoraba no le decía claramente a dónde se dirigían y acababa abusando de ella.
Un primo mayor de edad, pero que era realmente como un niño.
Por tanto, la energía masculina estaba encarnada por un niño que se divierte haciéndome daño.
Me doy cuenta del patrón, donde Eduardo encarna al niño que no es capaz de dirigir y se divierte haciéndome sentir agredida e insegura.
Y comprendo que odio a Eduardo porque me odio a mí misma por elegir estar con un niño y no con un hombre.
En este momento de nuestra vida, no hay una energía masculina clara en la empresa.
Y como empresa y pareja están unidas en nuestro caso, todo se enmaraña y dificulta aún más ver con claridad.
Eduardo ha sabido mantenerse en su sitio a pesar de la lanzadera de dardos envenenados y me ha comenzado a guiar.
Ayudándome a sentir todas las emociones que esa niña no pudo procesar y haciendo la entrega al Espíritu Santo, para que corrigiera el error en mi mente.
“¿Por qué, si odias estar con un niño, no coges las maletas y te vas?”, me ha preguntado Eduardo.
Y me doy cuenta de que no sabría a dónde ir.
Porque mi mayor objetivo en la vida es llegar a Dios y sé que la vía rápida es a través de Eduardo.
No puedo llegar a Dios sin transitar mis sombras y sin ser capaz de perdonar completamente esta "relación especial" tal como la denomina Un Curso de Milagros
Abandonar para mí no es opcional.
Y aunque por momentos le odie intensamente, sigo amándole.
Así que tendremos que descubrir cómo somos como pareja cuando ya no estemos dirigidos por nuestros niños heridos.
Después de un buen rato, he podido sentir que dejaba atrás a esa carcasa de niña para reconocer a la mujer que hay en mí.
Desde la mujer le he dicho:
“Ahora puedo yo ayudarte a dejar al niño”.
Sé que el ego nos zarandea duramente, pero también sé que no importa si trato de dirigir yo o si dirige Eduardo.
De algún modo, es el Espíritu Santo el que nos guía en cada paso del camino, para que cumplamos con nuestro objetivo:
Sanar los errores de nuestra mente lo antes posible.
Las canoas nos han ayudado a ver aspectos de nuestro negocio que se nos estaban pasando por alto.
Ahora entiendo por qué otras parejas, ante una actividad así que implica una sincronización y un equilibrio, acaben convencidas de que son incompatibles.
Y eso les lleve a querer divorciarse.
El ego siempre va a buscar la separación.
Somos nosotros quienes debemos saber reconocer el tesoro que se esconde tras las sombras.
Aportar luz a este aspecto nos ha dado la confianza necesaria para hacer cambios en nuestra forma de llevar la empresa.
Si no estuviéramos entrenados, esto habría acabado con nosotros.
Tú también puedes entrenar, para que cuando el ego te zarandee en las aguas bravas de la vida, no dejes que tu relación se ahogue.
La Newsletter A La Que Tu Ego No Quiere Que Te Suscribas
Una pequeña dosis diaria de humor, verdad y conciencia para recordarte que tus relaciones son la vía más directa para ver y sanar tus heridas.

©2025 Íntegramente Libres - Todos los derechos reservados
Descargo de responsabilidad: Este sitio no forma parte de Facebook ni de Meta Platforms, Inc. Además, esta página no está avalada, administrada, ni asociada de ninguna forma con Facebook o Instagram. Facebook es una marca registrada de Meta Platforms, Inc.