En uno de los supermercados del pueblo lanzaron una promoción.
Por cada compra acumulabas puntos que pegabas en una cartilla.
Cada vez que llegabas a un hito de puntos, te regalaban un tupper.
Cuantos más puntos, más grande era el tupper que podías adquirir.
La oferta caducaba al día siguiente y mi cuñada nos regaló 9 puntos que le sobraban.
Gracias a ellos, con una compra sencilla, Eduardo pudo llevarse un tupper de regalo.
Pero como la promoción seguía activa, al hacer la compra le regalaron aún más puntos.
Le sobraban dos que no iba a aprovechar.
Así que se los regaló a la clienta de detrás en la cola.
Gracias a ellos, consiguió ella otro tupper.
Y así, entre unos y otros, iban repartiéndose los puntos.
“Cadena de favores”, comentaban.
Todos felices.
Todos con tuppers.
Todos sintiéndose abundantes, regalando puntos por doquier.
¿Y si nos sintiéramos tan abundantes de amor que hiciéramos lo mismo?
Nos pasamos la vida acumulando “puntos” de amor.
Esperando el momento de canjearlos.
Pero nunca es un buen momento.
No encontramos a nadie “digno” a quien regalar nuestros puntos.
O si se los damos a alguien, luego sentimos que hemos perdido algo.
Porque no nos han dado puntos de vuelta.
Regateamos con el amor porque sentimos que es escaso.
Y no es hasta que la muerte se nos presenta que reaccionamos.
El padre de Eduardo nos lo dijo el otro día:
“Desde que he cumplido 92 años, me ha cambiado la mente”.
¡Y vaya si le ha cambiado!
El día de su 92 cumpleaños vimos a un hombre transformado.
Despojado de la coraza que había sostenido toda su vida.
Mostrándose vulnerable.
Permitiéndose emocionarse delante de todos.
Siendo espontáneo como un niño.
Y desde ese día, estamos conociendo a un hombre diferente.
A alguien que ya no calla por miedo.
Que no reprime sus emociones.
Que está queriendo dejar todos sus asuntos pendientes solucionados antes de irse.
Y que está repartiendo todos sus puntos acumulados.
Ahora la vida le está canjeando momentos únicos.
El día de su cumpleaños, por primera vez, surgió espontáneamente que cada uno le dijéramos unas palabras de corazón.
Fue realmente emotivo.
Y un regalazo para todos.
Si todos viviéramos como él vive ahora, la vida sería muy diferente.
Nos daríamos cuenta de que el amor no es escaso.
Y que cuanto más repartimos, más recibimos.
Pero no hace falta esperar a que la muerte te llame a la puerta.
Puedes dejar ir todas las barreras que levantaste contra el amor.
Y disfrutar de una vida plena y feliz durante muchos años.
Con amor, Sara y Eduardo
La Newsletter A La Que Tu Ego No Quiere Que Te Suscribas
Una pequeña dosis diaria de humor, verdad y conciencia para recordarte que tus relaciones son la vía más directa para ver y sanar tus heridas.
©2025 Íntegramente Libres - Todos los derechos reservados
DESCARGOS DE RESPONSABILIDAD: Este sitio no es parte del sitio web de Facebook o Facebook, Inc. Además, este sitio no está respaldado por Facebook de ninguna manera.